Juvenil

El Oratorio Salesiano de Pozoblanco, según D. José Antonio Guijo

El 24 de abril de 2014 se presentaba en la iglesia del Colegio Salesiano "San José" de Pozoblanco la revista que edita anualmente...

El 24 de abril de 2014 se presentaba en la iglesia del Colegio Salesiano "San José" de Pozoblanco la revista que edita anualmente la Asociación de María Auxiliadora (ADMA) de Pozoblanco, y en ella se publicaba un artículo que hablaba específicamente de nuestro Oratorio salesiano. En esta ocasión, se trata de un texto escrito por uno de los fundadores de este proyecto, D. José Antonio Guijo Gómez, antiguo alumno salesiano, profesor del colegio, y actual director musical del Coro de AAAADB de Pozoblanco.

A continuación les dejamos con la copia íntegra de este artículo, donde podemos conocer con más detalle su visión y recuerdos del oratorio de Don Bosco en Pozoblanco para él.


Un sábado “echando la aparcería” nos reunimos Pedro García Torralbo, “el de los zapatos”, Antonio Moreno y un servidor, maestros del Colegio. Era el año 1979. Hablando sobre actividades del Centro recordábamos con nostalgia y alegría lo bien que lo pasábamos en el oratorio de verano (hacía años que había desaparecido). Nos propusimos y comprometimos a recomenzar esta obra tan primordial, significativa e importante de los salesianos. ¿Quién podría organizar, estructurar, dar alma al oratorio? Nadie mejor que Juan José García Torralbo, hermano de Pedro.

Comenzamos el Oratorio el día 1 de Julio de 1979, queríamos que fuera una prueba para inaugurarlo en el Cincuentenario de la Casa Salesiana de Pozoblanco 1980. Yo era de la opinión de hacerlo sólo para alumnos del Colegio. Juan José manifestó, con toda la razón, que tenía que ser abierto para todos los niños y niñas del pueblo y así fue.

Éramos tres los animadores que estábamos en ese verano: Juan José con los juegos de zancos, bolos, sogas… en el campo de tierra, en la parte de atrás de la portería de fútbol, junto al solar donde se guardaban los pasos. Antonio Moreno en el pórtico de María Auxiliadora con la soga, algún juego de mesa, tiza para pintar en el suelo juegos de “creatividad” y un servidor llevando la competición de fútbol en el campo de tierra.

Los animadores, los tres, a las 17.30 h/tarde en la capilla, rezábamos y nos preparábamos para la tarea. A las 18,00 h. entraban los muchachos directamente a la iglesia: buenas tardes, canciones, (somos del oratorio, matemos al gallo…) con D. Enrique Pinzón durante los dos primeros años. Posteriormente subíamos a los patios y a jugar hasta las ocho de la tarde. Se les ponía el sello en el carnet y a casa hasta el otro día.

No se puede olvidar el trabajo de don Fausto, en la puerta mientras los animadores programábamos la jornada. Era cuidador y guardia de circulación. Este buen salesiano comenzó en el año 1980, cuando se dio cuenta de que había peligro en la Plaza con tantos muchachos.

El primer año nos desbordó el número, esperábamos unos 40 o 50 y se presentaron unos 400 muchachos y muchachas.

Durante el primer año contábamos con los balones que habían dejado los de primaria, una soga que se compró, sin saber quien la ha pagado (me parece que se le debe al cuñado de Juan José, Bartolomé); 3 o 4 pares de zancos, bolos, combas, que traían los mismos muchachos.

No recuerdo bien si fue al segundo año, 1980, cuando comenzamos con una de las mejores actividades que realizábamos: el festival de la canción. La orquesta estaba formada por oratorianos que habían aprendido a tocar la bandurria, el laúd y la guitarra y con ellos tras muchos ensayos orquestábamos las canciones que otros oratorianos cantaban. Recuerdo que esa noche Juan José y yo lo pasábamos mal por los nervios, las prisas, la presión, etc. Él porque había que cumplir con el horario, no retrasarse y yo porque había que afinar los instrumentos y revisar que todo estuviera en condiciones. Al final todo era anecdótico y con el refrigerio en el bar y el deber cumplido durante muchos días, esperábamos al siguiente año para, casi con seguridad, repetir el momento.

La terminación del oratorio tenía la actividad por excelencia: La Feria. Churros, bebidas, refresco, chucherías y sobre todo, la tómbola. Los chavales compraban con los vales que se les daban al cambiarlos por los sellos recibidos por su asistencia.

Para montar la tómbola, Antonio Moreno, amigos y amigas que estaban ligados a los antiguos alumnos salesianos y un servidor visitábamos los comercios de Pozoblanco, empresas y particulares con el fin de que nos dieran “algo” para los premios. Quiero recordar que nadie nos dijo que no, Todos, por poco que fuera, colaboraban con esta obra salesiana. Me vienen a la memoria las palabras que dijo nuestro Rector Mayor, don Egidio Viganó, en su visita a Pozoblanco “Estoy en el mayor colegio de todos, ya que todo el pueblo es salesiano”.

Con el dinero que se sacaba de la tómbola había que “reparar” los desperfectos sufridos en las clases y dependencias que se usaban durante los casi dos meses y medio que duraba el oratorio.

No se me puede olvidar lo mal que me sentaba el recoger del patio de tierra los cristales, aún no había envases de lata, que había como consecuencia de las botellas que se rompían, mejor, estrellaban algunos con el muro del patio que da a la carretera que lleva a Villanueva de Córdoba durante la celebración de la Feria. Recuerdo tirarme muchas horas, durante algunos días después de terminado el oratorio, recogiéndolos ya que faltaban quince días para comenzar el curso y los chavales vendrían con unas ganas locas de jugar al fútbol y era un peligro caerse y herirse con los trozos de vidrio que pudieran quedar entre la tierra.

Tras el primer año los oratorianos mayores fueron pasando a ser los animadores y así se unieron muchos, cientos, para continuar esa misión. Con la llegada de Teodoro, pudiera ser al tercer año del recomienzo, se anima la misión y le da nueva dinámica y funcionamiento, creciendo en cantidad y calidad en actividades y preparación de los animadores.

Ana María Cabrera, posiblemente fue una de las primeras animadoras de aquel tiempo. Era muy joven, podría tener quince o dieciséis años. Pienso que esa labor que realizó le sirvió, en parte, para su vocación de Hija de María Auxiliadora.

Los AA.AA de Don Bosco se hicieron cargo de la economía y ya pusieron un chiringuito de chucherías y dos bares (Panete y Pórtico) cuando empezó el Oratorio por la noche, diez años más tarde.

“Ella lo ha hecho todo”. Estas palabras dichas por D. Bosco han tenido total evidencia y significado a través de tiempos pasados y las tendrán en tiempos futuros. Siempre aparecen personas capaces de entregar su vida al servicio de los muchachos (religiosos y religiosas) almas caritativas que con sus donativos, donaciones, colaboración desinteresada en un sinfín de facetas de la obra salesiana, hacen que se pueda continuar la labor de D. Bosco en “sus casas” y oratorios. Especialmente en el oratorio de nuestro pueblo se nota, se palpa, que Ella está “haciendo” ya que con su manto cubre a centenares de muchachos, los cuida, los protege, que no es poco.


José Antonio Guijo
Antiguo Alumno Salesiano
Maestro del Colegio

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